Roberto Javier Hernández Cerón-------clave:18
Lumen Fidei (La luz de la fe)
Es un texto
apasionante, iniciado por Benedicto XVI y
es la primera encíclica firmada por por el Papa Francisco el
29 de junio,
Dividida en
cuatro capítulos, una introducción y una conclusión, la Carta - explica el Papa
- se suma a las encíclicas del Papa Benedicto XVI sobre la caridad y la
esperanza y asume el "valioso trabajo" realizado por el Papa emérito,
que ya había "prácticamente completado" la encíclica sobre la fe.
Esta Encíclica
puede iluminar la vida de millones de personas. Por este desfilan muchos grandes
teólogos y escritores: Nietzsche,
Dante, Buber, Guardini, Newman, San Agustín.
Contenido más
importante
Comienza
la encíclica con el capitulo, “Hemos creído en el amor”, en el que defiende la palabra de Dios
como verdadero sostenimiento de la fe y presenta a Jesucristo como testigo
fiable, que da la vida por nosotros, y nos revela a Dios como Padre.
- La luz de la fe: la tradición de la Iglesia ha indicado
con esta expresión el gran don traído por Jesucristo, que en el
Evangelio de san
Juan se presenta con estas palabras:
« Yo he venido al mundo como luz, y así, el que cree en mí no quedará en
tinieblas » (Jn 12,46). También san Pablo se expresa en los mismos términos: «
Pues el Dios que dijo: “Brille la luz del seno de las tinieblas”, ha
brillado en nuestros corazones » (2 Co 4,6). Sin embargo, al hablar de
la fe como luz, podemos oír la objeción de muchos contemporáneos nuestros.
En la época moderna se ha pensado que esa luz podía bastar para las
sociedades antiguas, pero que ya no sirve para los tiempos nuevos, para el
hombre adulto, ufano de su razón, ávido de explorar el futuro de una nueva
forma.
“Para la fe, Cristo no es
sólo aquel en quien creemos, la manifestación máxima del amor de Dios, sino
también aquel con quien nos unimos para poder creer[...]La fe no sólo mira a
Jesús, sino que mira desde el punto de vista de Jesús, con sus ojos: es una
participación en su modo de ver
Aunque la
fe no es solo conocimiento sino también “un
don gratuito de Dios que exige la humildad y el valor de fiarse y confiarse,
para poder ver el camino luminoso del encuentro entre Dios y los hombres…”
El
Papa Francisco termina el capitulo inicial remarcando el carácter eclesial de
la Fe, pues sin la Iglesia “la fe pierde su medida, ya no
encuentra su equilibrio, el espacio necesario para sostenerse”.
2. El segundo capítulo, “Si no creéis, no comprenderéis”, habla de la relación entre la fe, la verdad, el
amor y la razón. Así como la fe se funda en el amor, el amor tiene necesidad de
la verdad. El Papa Francisco nos anima, en este capítulo, a huir del
relativismo en el que hemos instalado a la verdad en nuestro mundo
contemporáneo, e identifica “el ver” y “el escuchar” como órganos de
conocimiento de la fe.
Finaliza el segundo capitulo destacando
que la fe ilumina el camino de todas las personas que buscan a Dios y la importancia
de que la teología sirva a la fe, pues sin ella no tiene objeto su existencia.
3.
El
tercer capítulo, “Transmito
lo que he recibido”,
se centra en la importancia de la evangelización y del papel de la Iglesia en
esta misión que, como Madre, nos enseña a hablar el lenguaje de la fe. Señala
los sacramentos como el vehículo propio de transmisión de la memoria de la
Iglesia. Y nos recuerda que la oración y el camino de los diez mandamiento nos
permiten compartir la experiencia espiritual de Cristo y agradecer el amor de
Dios.
Pone punto y final a este capítulo subrayando
la unidad de la Fe
4. Y en el cuarto y último capítulo, “Dios prepara
una ciudad para ellos”, se destaca el sentido social de la fe y la presenta como
un bien común que no es ajeno a las necesidades de nuestro tiempo sino que
articula nuestra unión: “la luz del rostro de Dios me ilumina a través del
rostro del hermano”
Antes de
estampar su firma Francisco dirige una oración a María, Madre de la Iglesia y
de nuestra fe: ¡Madre, ayuda nuestra fe! Abre nuestro oído a la Palabra, para
que reconozcamos la voz de Dios y su llamada. Aviva en nosotros el deseo de
seguir sus pasos, saliendo de nuestra tierra y confiando en su promesa.
Ayúdanos a dejarnos tocar por su amor, para que podamos tocarlo en la fe.
Ayúdanos a fiarnos plenamente de él, a creer en su amor, sobre todo en los
momentos de tribulación y de cruz, cuando nuestra fe es llamada a crecer y a
madurar. Siembra en nuestra fe la alegría del Resucitado. Recuérdenos que quien
cree no está nunca solo. Enséñanos a mirar con los ojos de Jesús, para que él
sea luz en nuestro camino. Y que esta luz de la fe crezca continuamente en
nosotros, hasta que llegue el día sin ocaso, que es el mismo Cristo, tu Hijo,
nuestro Señor.
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