CARTA
ENCÍCLICA
LUMEN FIDEI
DEL SUMO PONTÍFICE
FRANCISCO
A LOS OBISPOS
A LOS PRESBÍTEROS Y A LOS
DIÁCONOS
A LAS PERSONAS CONSAGRADAS
Y A TODOS LOS FIELES LAICOS
SOBRE LA FE
“Lumen fidei” - La luz de la fe (LF) es la primera encíclica firmada
por el Papa Francisco. Dividida en cuatro capítulos, la Carta - explica el Papa - se suma a las encíclicas
del Papa Benedicto XVI sobre la caridad y la esperanza y asume el
"valioso trabajo" realizado por el Papa emérito, que ya había
"prácticamente completado" la encíclica sobre la fe. A este "primera
redacción" el Santo Padre Francisco agrega ahora "algunas aportaciones".
La luz de la fe: la
tradición de la Iglesia ha
indicado con esta expresión
el gran don traído por
Jesucristo, que en el
Evangelio de san Juan se
presenta con estas palabras:
« Yo he venido al mundo como
luz, y así, el que cree en
mí no quedará en tinieblas »
(Jn 12,46). También san
Pablo se expresa en los
mismos términos: « Pues el
Dios que dijo: “Brille la
luz del seno de las
tinieblas”, ha brillado en
nuestros corazones » (2 Co
4,6).
¿Una luz ilusoria?
2. Sin embargo, al hablar de
la fe como luz, podemos oír
la objeción de muchos
contemporáneos nuestros. En
la época moderna se ha
pensado que esa luz podía
bastar para las sociedades
antiguas, pero que ya no
sirve para los tiempos
nuevos, para el hombre
adulto, ufano de su razón,
ávido de explorar el futuro
de una nueva forma. En este
sentido, la fe se veía como
una luz ilusoria, que
impedía al hombre seguir la
audacia del saber.A partir de aquí,
Nietzsche critica al
cristianismo por haber
rebajado la existencia
humana, quitando novedad y
aventura a la vida. La fe
sería entonces como un
espejismo que nos impide
avanzar como hombres libres
hacia el futuro.
3. De esta manera, la fe ha
acabado por ser asociada a
la oscuridad. Se ha pensado
poderla conservar,
encontrando para ella un
ámbito que le permita
convivir con la luz de la
razón. El espacio de la fe
se crearía allí donde la luz
de la razón no pudiera
llegar, allí donde el hombre
ya no pudiera tener
certezas. La fe se ha visto
así como un salto que damos
en el vacío, por falta de
luz, movidos por un
sentimiento ciego; o como
una luz subjetiva, capaz
quizá de enardecer el
corazón, de dar consuelo
privado, pero que no se
puede proponer a los demás
como luz objetiva y común
para alumbrar el camino.
Poco a poco, sin embargo, se
ha visto que la luz de la
razón autónoma no logra
iluminar suficientemente el
futuro; al final, éste queda
en la oscuridad, y deja al
hombre con el miedo a lo
desconocido. De este modo,
el hombre ha renunciado a la
búsqueda de una luz grande,
de una verdad grande, y se
ha contentado con pequeñas
luces que alumbran el
instante fugaz, pero que son
incapaces de abrir el
camino. Cuando falta la luz,
todo se vuelve confuso, es
imposible distinguir el bien
del mal, la senda que lleva
a la meta de aquella otra
que nos hace dar vueltas y
vueltas, sin una dirección
fija.
El primer capítulo
(8-22): Hemos creído en el amor (1 Jn 4, 16). En referencia a la figura
bíblica de Abraham, la fe en este capítulo se explica como "escucha" de
la Palabra de Dios, "llamada" a salir del aislamiento de su propio yo ,
para abrirse a una nueva vida y "promesa" del futuro, que hace posible
la continuidad de nuestro camino en el tiempo, uniéndose así fuertemente
a la esperanza. La fe también se caracteriza por la "paternidad",
porque el Dios que nos llama no es un Dios extraño, sino que es Dios
Padre, la fuente de bondad que es el origen de todo y sostiene todo. En
la historia de Israel, lo contrario de la fe es la idolatría, que
dispersa al hombre en la multiplicidad de sus deseos y lo "desintegra en
los múltiples instantes de su historia", negándole la espera del tiempo
de la promesa. Por el contrario, la fe es confiarse al amor
misericordioso de Dios, que siempre acoge y perdona, que endereza "lo
torcido de nuestra historia", es disponibilidad a dejarse transformar
una y otra vez por la llamada de Dios "es un don gratuito de Dios que
exige la humildad y el valor de fiarse y confiarse, para poder ver el
camino luminoso del encuentro entre Dios y los hombres, la historia de
la salvación." (n. 14) Y aquí está la "paradoja" de la fe: el volverse
constantemente al Señor hace que el hombre sea estable, y lo aleja de
los ídolos.
La LF se detiene, después, en la figura de Jesús, el
mediador que nos abre a una verdad más grande que nosotros, una
manifestación del amor de Dios que es el fundamento de la fe
"precisamente en la contemplación de la muerte de Jesús la fe se
refuerza", porque Él revela su inquebrantable amor por el hombre.
También en cuanto resucitado Cristo es "testigo fiable", "digno de fe”, a
través del cual Dios actúa realmente en la historia y determina el
destino final. Pero hay "otro aspecto decisivo" de la fe en Jesús: "La
participación en su modo de ver". La fe, en efecto, no sólo mira a
Jesús, sino que también ve desde el punto de vista de Jesús, con sus
ojos. Usando una analogía, el Papa explica que, como en la vida diaria,
confiamos en "la gente que sabe las cosas mejor que nosotros" - el
arquitecto, el farmacéutico, el abogado - también en la fe necesitamos a
alguien que sea fiable y experto en "las cosas de Dios" y Jesús es
"aquel que nos explica a Dios." Por esta razón, creemos a Jesús cuando
aceptamos su Palabra, y creemos en Jesús cuando lo acogemos en nuestras
vidas y nos confiamos a él. Su encarnación, de hecho, hace que la fe no
nos separe de la realidad, sino que nos permite captar su significado
más profundo. Gracias a la fe, el hombre se salva, porque se abre a un
Amor que lo precede y lo transforma desde su interior. Y esta es la
acción propia del Espíritu Santo: "El cristiano puede tener los ojos de
Jesús, sus sentimientos, su condición filial, porque se le hace
partícipe de su Amor, que es el Espíritu" (n. 21). Fuera de la presencia
del Espíritu, es imposible confesar al Señor. Por lo tanto, "la
existencia creyente se convierte en existencia eclesial", porque la fe
se confiesa dentro del cuerpo de la Iglesia, como "comunión real de los
creyentes." Los cristianos son "uno" sin perder su individualidad y en
el servicio a los demás cada uno gana su propio ser. Por eso, "la fe no
es algo privado, una concepción individualista, una opinión subjetiva",
sino que nace de la escucha y está destinada a pronunciarse y a
convertirse en anuncio.
El segundo capítulo
(23-36): Si no creéis, no comprenderéis (Is 07, 09). El Papa demuestra
la estrecha relación entre fe y verdad, la verdad fiable de Dios, su
presencia fiel en la historia. "La fe, sin verdad, no salva - escribe el
Papa – Se queda en una bella fábula, la proyección de nuestros deseos
de felicidad." Y hoy, debido a la "crisis de verdad en que nos
encontramos", es más necesario que nunca subrayar esta conexión, porque
la cultura contemporánea tiende a aceptar solo la verdad tecnológica, lo
que el hombre puede construir y medir con la ciencia y lo que es
"verdad porque funciona", o las verdades del individuo, válidas solo
para uno mismo y no al servicio del bien común. Hoy se mira con recelo
la "verdad grande, la verdad que explica la vida personal y social en su
conjunto", porque se la asocia erróneamente a las verdades exigidas por
los regímenes totalitarios del siglo XX. Esto, sin embargo, implica el
"gran olvido en nuestro mundo contemporáneo", que - en beneficio del
relativismo y temiendo el fanatismo - olvida la pregunta sobre la
verdad, sobre el origen de todo, la pregunta sobre Dios. La LF subraya
el vínculo entre fe y amor, entendido no como "un sentimiento que va y
viene", sino como el gran amor de Dios que nos transforma interiormente y
nos da nuevos ojos para ver la realidad. Si, pues, la fe está ligada a
la verdad y al amor, entonces "amor y verdad no se pueden separar",
porque sólo el verdadero amor resiste la prueba del tiempo y se
convierte en fuente de conocimiento. Y puesto que el conocimiento de la
fe nace del amor fiel de Dios, "verdad y fidelidad van juntos". La
verdad que nos abre la fe es una verdad centrada en el encuentro con el
Cristo encarnado, que, viniendo entre nosotros, nos ha tocado y nos ha
dado su gracia, transformando nuestros corazones.
Aquí el Papa
abre una amplia reflexión sobre el "diálogo entre fe y razón", sobre la
verdad en el mundo de hoy, donde a menudo viene reducida a la
"autenticidad subjetiva", porque la verdad común da miedo, se identifica
con la imposición intransigente de los totalitarismo. En cambio, si la
verdad es la del amor de Dios, entonces no se impone con la violencia,
no aplasta al individuo. Por esta razón, la fe no es intransigente, el
creyente no es arrogante. Por el contrario, la verdad vuelve humildes y
conduce a la convivencia y el respeto del otro. De ello se desprende que
la fe lleva al diálogo en todos los ámbitos: en el campo de la ciencia,
ya que despierta el sentido crítico y amplía los horizontes de la
razón, invitándonos a mirar con asombro la Creación; en el encuentro
interreligioso, en el que el cristianismo ofrece su contribución; en el
diálogo con los no creyentes que no dejan de buscar, que "intentan vivir
como si Dios existiese", porque "Dios es luminoso, y se deja encontrar
por aquellos que lo buscan con sincero corazón". "Quién se pone en
camino para practicar el bien - afirma el Papa - se acerca a Dios". Por
último, la LF habla de la teología y afirma que es imposible sin la fe,
porque Dios no es un mero "objeto", sino que es Sujeto que se hace
conocer. La teología es participación del conocimiento que Dios tiene de
sí mismo; se desprende que debe ponerse al servicio de la fe de los
cristianos y que el Magisterio de la Iglesia no es un límite a la
libertad teológica, sino un elemento constitutivo porque garantiza el
contacto con la fuente original, con la Palabra de Cristo.
El tercer capítulo
(37-49): Transmito lo que he recibido (1 Co 15, 03). Todo el capítulo
se centra en la importancia de la evangelización: quien se ha abierto al
amor de Dios, no puede retener este regalo para sí mismo, escribe el
Papa: La luz de Jesús resplandece sobre el rostro de los cristianos y
así se difunde, se transmite bajo la forma del contacto, como una llama
que se enciende de la otra, y pasa de generación en generación, a través
de la cadena ininterrumpida de testigos de la fe. Esto comporta el
vínculo entre fe y memoria, porque el amor de Dios mantiene unidos todos
los tiempos y nos hace contemporáneos a Jesús. Por otra parte, se hace
"imposible creer cada uno por su cuenta", porque la fe no es "una opción
individual", sino que abre el yo al "nosotros" y se da siempre "dentro
de la comunión de la Iglesia". Por esta razón, "quien cree nunca está
solo": porque descubre que los espacios de su "yo" se amplían y generan
nuevas relaciones que enriquecen la vida.
Hay, sin embargo, un
"medio particular" por el que la fe se puede transmitir: son los
Sacramentos, en los que se comunica "una memoria encarnada." El Papa
cita en primer lugar el Bautismo – tanto de niños como de adultos, en la
forma del catecumenado - que nos recuerda que la fe no es obra del
individuo aislado, un acto que se puede cumplir solos, sino que debe ser
recibida, en comunión eclesial. "Nadie se bautiza a sí mismo", dice la
LF. Además, como el niño que tiene que ser bautizado no puede profesar
la fe él solo, sino que debe ser apoyado por los padres y por los
padrinos, se sigue "la importancia de la sinergia entre la Iglesia y la
familia en la transmisión de la fe." En segundo lugar, la Encíclica cita
la Eucaristía, "precioso alimento para la fe", "acto de memoria,
actualización del misterio" y que "conduce del mundo visible al
invisible," enseñándonos a ver la profundidad de lo real. El Papa
recuerda después la confesión de la fe, el Credo, en el que el creyente
no sólo confiesa la fe, sino que se ve implicado en la verdad que
confiesa; la oración, el Padre Nuestro, con el que el cristiano comienza
a ver con los ojos de Cristo; el Decálogo, entendido no como "un
conjunto de preceptos negativos", sino como "un conjunto de indicaciones
concretas" para entrar en diálogo con Dios, "dejándose abrazar por su
misericordia", "camino de la gratitud" hacia la plenitud de la comunión
con Dios . Por último, el Papa subraya que la fe es una porque uno es
"el Dios conocido y confesado", porque se dirige al único Señor, que nos
da la "unidad de visión" y "es compartida por toda la Iglesia, que
forma un solo cuerpo y un solo Espíritu". Dado, pues, que la fe es una
sola, entonces tiene que ser confesada en toda su pureza e integridad,
"la unidad de la fe es la unidad de la Iglesia"; quitar algo a la fe es
quitar algo a la verdad de la comunión. Además, ya que la unidad de la
fe es la de un organismo vivo, puede asimilar en sí todo lo que
encuentra, demostrando ser universal, católica, capaz de iluminar y
llevar a su mejor expresión todo el cosmos y toda la historia. Esta
unidad está garantizada por la sucesión apostólica.
El capítulo cuarto
(n. 50-60): Dios prepara una ciudad para ellos (Hb 11, 16) Este
capítulo explica la relación entre la fe y el bien común, lo que conduce
a la formación de un lugar donde el hombre puede vivir junto con los
demás. La fe, que nace del amor de Dios, hace fuertes los lazos entre
los hombres y se pone al servicio concreto de la justicia, el derecho y
la paz. Es por esto que no nos aleja del mundo y no es ajena al
compromiso concreto del hombre contemporáneo. Por el contrario, sin el
amor fiable de Dios, la unidad entre todos los hombres estaría basada
únicamente en la utilidad, el interés o el miedo. La fe, en cambio,
capta el fundamento último de las relaciones humanas, su destino
definitivo en Dios, y las pone al servicio del bien común. La fe "es un
bien para todos, un bien común", no sirve únicamente para construir el
más allá, sino que ayuda a edificar nuestras sociedades, para que
avancen hacia el futuro con esperanza.
La encíclica se centra,
después, en los ámbitos iluminados por la fe: en primer lugar, la
familia fundada en el matrimonio, entendido como unión estable de un
hombre y una mujer. Nace del reconocimiento y de la aceptación de la
bondad de la diferenciación sexual y, fundada sobre el amor en Cristo,
promete "un amor para siempre" y reconoce el amor creador que lleva a
generar hijos. Después los jóvenes: aquí el Papa cita las Jornadas
Mundiales de la Juventud, en las que los jóvenes muestran "la alegría de
la fe" y el compromiso de vivirla de un modo firme y generoso. "Los
jóvenes aspiran a una vida grande - escribe el Papa -. El encuentro con
Cristo da una esperanza sólida que no defrauda. La fe no es un refugio
para personas pusilánimes, sino que ensancha la vida". Y en todas las
relaciones sociales: haciéndonos hijos de Dios, de hecho, la fe da un
nuevo significado a la fraternidad universal entre los hombres, que no
es mera igualdad, sino la experiencia de la paternidad de Dios,
comprensión de la dignidad única de la persona singular. Otra área es la
de la naturaleza: la fe nos ayuda a respetarla, a "buscar modelos de
desarrollo que no se basen únicamente en la utilidad y el provecho, sino
que consideren la creación como un don"; nos enseña a encontrar las
formas justas de gobierno, en las que la autoridad viene de Dios y está
al servicio del bien común; nos ofrece la posibilidad del perdón que
lleva a superar los conflictos. "Cuando la fe se apaga, se corre el
riesgo de que los fundamentos de la vida se debiliten con ella", escribe
el Papa, y si hiciéramos desaparecer la fe en Dios de nuestras
ciudades, se debilitaría la confianza entre nosotros y quedaríamos
unidos sólo por el miedo. Por esta razón no debemos avergonzarnos de
confesar públicamente a Dios, porque la fe ilumina la vida social. Otro
ámbito iluminado por la fe es el del sufrimiento y la muerte: el
cristiano sabe que el sufrimiento no puede ser eliminado, pero que le
puede dar sentido, puede convertirlo en acto de amor, de entrega
confiada en las manos de Dios, que no nos abandona, y ser así "etapa de
crecimiento en la fe y el amor". Al hombre que sufre, Dios no le da un
racionamiento que explique todo, sino que le responde con una presencia
que acompaña, que abre un un resquicio de luz en la oscuridad. En este
sentido, la fe está unida a la esperanza. Y aquí el Papa hace un
llamamiento: "No nos dejemos robar la esperanza, no permitamos que la
banalicen con soluciones y propuestas inmediatas que obstruyen el
camino."